En Taganga, después de las cuatro de la tarde, hay un cambio casi imperceptible en el ambiente. Un silencio se insinúa. Súbitamente, los cantos de los pájaros se oyen más nítidos. La luz cálida empieza a acariciar las formas, dándoles relieve y presencia. El sol ya no muerde inclemente, sino que te toca con gracia y se siente el placer de ser iluminado. La naturaleza se afana en terminar sus quehaceres para acomodarse a la noche que se acerca silenciosa. Un par de horas más tarde, el sol lanza sus últimos rayos, dardos que iluminan el mundo en una explosión de luces que inundan el cielo, un cambio constante de colores, todos increíbles y maravillosos.

Es mi costumbre hacer mis prácticas de yoga en la terraza del taller al atardecer, para dejar el día y acomodarme a la noche. Fue así como durante mucho tiempo mi mente se llenó de estas imágenes y nació en mí el deseo de buscar esa forma y color. Un día decidí dejarme llevar por el impulso y me lancé a esta nueva exploración. En ese momento, se apropió de mi pintura una nueva dimensión.

Lo que antes era una forma contenida explotó y se desvaneció en los fluidos de la mancha, en los ríos de color, creando tonos inesperados. La luz y la sombra se enfrentaron, dándose vida mutuamente, imitando los movimientos de los cielos. Los atardeceres, día tras día contemplados, abrieron los poderes del ocaso, la puerta de la noche, de lo desconocido, de lo oscuro, de lo potencial, donde el alma regresa a la nada. Me poseyeron.

Los siguientes meses fueron de creación sin fin. Como los materiales se terminaban pronto, acabé pintando las telas por ambos lados. Trabajé con grandes formatos, cielos inmensos. El taller se llenó de obras en proceso que se transformaban radicalmente día a día.

El hecho de estar sumergido en la creación durante meses me llevó a un estado de felicidad y asombro ante lo que aparecía sobre la tela.

Y también de perplejidad…

Lo que veía manifestarse era lo que los pintores de todos los tiempos han buscado y que yo, en mi afán de dar forma a lo invisible, había rehuido: la luz, el espacio, la profundidad, la atmósfera.

Es una línea muy delgada en la que una mancha se vuelve forma y yo quiero mantenerme en el espíritu fresco y espontáneo de la mancha sin referencias figurativas. Sin embargo, la magia de la mancha es que se presta a las mil interpretaciones de nuestras mentes dándoles forma y sentido.

 

Gustavo Vejarano

Bogotá, Abril 6 2024

In Taganga, after four in the afternoon, there is an almost imperceptible change in the atmosphere. A silence creeps in. Suddenly, the songs of the birds become clearer. The warm light begins to caress the shapes, giving them relief and presence. The sun no longer bites mercilessly, but rather it touches you with grace and you feel the pleasure of being illuminated. Nature strives to finish its chores to accommodate the silently approaching night. A couple of hours later, the sun releases its last rays, darts that illuminate the world in an explosion of lights that flood the sky, a constant change of colors, all incredible and wonderful.

It is my custom to do my yoga practices on the workshop terrace at sunset, to leave the day and settle into the night. That's how for a long time my mind was filled with these images and the desire to look for that shape and color was born in me. One day I decided to let myself be carried away by impulse and launched into this new exploration. At that moment, a new dimension took over my painting.

What was previously a contained form exploded and faded into the fluids of the stain, into the rivers of color, creating unexpected tones. Light and shadow clashed, giving each other life, imitating the movements of the heavens. The sunsets, contemplated day after day, opened the powers of the sunset, the door of the night, of the unknown, of the dark, of the potential, where the soul returns to nothingness. They possessed me.

The next few months were one of endless creation. Since the materials ran out quickly, I ended up painting the canvas on both sides. I worked with large formats, huge skies. The workshop was filled with works in progress that were radically transformed day by day.

Being immersed in the creation for months brought me to a state of happiness and amazement at what appeared on the canvas.

And also, perplexity...

What I saw manifest in my work was what painters of all times have sought and that I, in my desire to give shape to the invisible, had avoided: light, space, depth, atmosphere.

It is a very thin line in which a stain becomes a shape and I want to stay in the fresh and spontaneous spirit of the stain without figurative references. However, the magic of the stain is that it lends itself to the thousand interpretations of our minds, giving them shape and meaning.

 

Gustavo Vejarano

Bogotá, April 6 2024

 

 

OCASO 1 2024 122 X 80 CM

OCASO 2 2024 122 X 80 CM

OCASO 3 2024 122 X 80 CM

OCASO 4 2024 122 X 80 CM

OCASO 5 2024 122 X 80 CM

OCASO 6 2024 122 X 80 CM

OCASO 7 2024 110 X 190 CM

OCASO 8 2024 195 X 114 CM

OCASO9 2024 147X 140 CM

OCASO 10 2024 143 X 114 CM

OCASO 11 2024 67 X 164 CM

OCASO 12 2024 100 X 190 CM